El 10 de julio se conmemora en Argentina el Día del Comerciante o del Comercio debido a que el 10 de julio de 1854 se fundó la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, entidad que tuvo una gran influencia en el desarrollo mercantil del país.
Antonio Márquez, integrante de la comisión Directiva de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Trenque Lauquen, reflexiona sobre el rol del comercio y los desafíos que tendrá el sector en los próximos años.
“Sin comercio no hay ciudad”
Frase que se le atribuye al expresidente Arturo Frondizi. Estas cinco palabras encierran una realidad irrefutable. Resulta difícil imaginar una población sin comercio, ya que ¿quién proveería los alimentos, las vestimentas, los artículos de librería, los materiales de construcción, la ferretería, los medicamentos, el bazar y tantos otros elementos necesarios para nuestra subsistencia y disfrute de la vida?
El comercio es un vínculo imprescindible entre los fabricantes y cada uno de nosotros, abarcando todos los rubros posibles. Sin embargo, solo nos percatamos de su importancia cuando no podemos encontrar algo y nos quejamos diciendo: ‘Esto no se consigue en ningún lado’.
Pero ¿cómo es la vida de un comerciante? Parece fácil: comprar, colocar en la estantería y cobrar. Sin embargo, esta cadena aparentemente sencilla implica una multiplicidad de acciones imprescindibles para que cada negocio funcione de manera efectiva. Requiere conocimiento del rubro, inversión, asunción de riesgos, habilidad para llegar al cliente, dejarlo satisfecho y con ganas de regresar, afrontar costos fijos, tasas e impuestos que nos afectan como si tuviéramos una máquina de hacer billetes. En fin, siempre debemos tener presente que no estamos en cualquier lugar; la vida nos ubicó en Argentina.
Gran Argentina, con todos los climas, todos los suelos y toda la naturaleza para que podamos disfrutar del mejor bienestar. Hemos experimentado todos los desaciertos cometidos por aquellos que guían nuestro destino. Todos, absolutamente todos, no hemos dejado uno sin vivir. Sin embargo, hemos desarrollado una tremenda actitud para desafiar cada uno de ellos y seguimos luchando, con esperanza en el próximo cambio.
Que Dios nos otorgue fuerza y sabiduría, intuición y un poco de suerte para seguir superando tantos obstáculos, de manera que podamos sentirnos conformes con el esfuerzo realizado. Porque siempre terminamos evaluándolo de esta manera: ‘VALIÓ LA PENA’ (o no) tanto esfuerzo.
Yo creo que sí, que vale la pena luchar, tratando de hacerlo con inteligencia para satisfacer a nuestros clientes y lograr que cada noche podamos descansar con la satisfacción del deber cumplido.
Hoy en día, nos encontramos en una situación definitoria, en la que parece que debemos enderezarnos o acelerar hacia un destino paupérrimo. Solo un proyecto muy bien concebido, que logre comprensión y apoyo mayoritario en la población, tiene posibilidades de cambiar esta declinación. Necesitamos un apoyo que se traduzca en votos en las urnas y que luego se sostenga, y también necesitamos comprensión, ya que subir la cuesta nunca es fácil. El daño social causado, que es inmensamente más difícil de resolver que el económico, es tremendo. Amplios sectores parecen haber caído en un estado de letargo, depresión o rendición frente a tanta desgracia, asumiendo el presente como una realidad irreversible.
Es importante que todos, tanto nosotros como ellos, volvamos la vista atrás y recordemos o imaginemos la epopeya de nuestros abuelos y bisabuelos. Nacidos en tierras que ‘no daban para más’, lucharon contra la adversidad y dejaron todo atrás. Cruzaron el mar con solo un baúl y se asentaron en todas las latitudes de esta ‘tierra prometida’. La gran mayoría eran analfabetos, pero trabajaron arduamente, enviaron a sus hijos a educarse y los forjaron en el esfuerzo y la perseverancia. Así gestaron una incipiente gran nación, que debemos recuperar. Somos nosotros los dueños del fracaso, así que intentemos ser los peones y los forjadores de su resurrección”.